Día de Ada Lovelace

Iniciado por Dragora, Octubre 08, 2019, 08:58:38 PM

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El segundo martes de cada mes de octubre honramos el legado de la primera programadora informática y la gran profeta de nuestra era de los ordenadores.

Ada Lovelace fue muchas cosas: ella misma se describía como analista y metafísica, pero su colaborador Charles Babbage se refirió a ella como una "encantadora de los números".
Arlington County, Virginia. En lo más profundo del corazón del Pentágono encontramos una red de ordenadores tan compleja que el ojo no entrenado podría confundirla con un simple laberinto. En realidad, la red es el centro neurálgico del ejército estadounidense, controlado por un sofisticado lenguaje de programación llamado Ada. El Departamento de Defensa aprobó su manual original el 10 de diciembre de 1980, exactamente el mismo día del mismo mes en que la matemática y escritora decimonónica Ada Lovelace vino al mundo. Por tanto, se decidió que su número de referencia, MIL-STD-1815, sería un guiño a su año de nacimiento.

Si te estás preguntando por qué el departamento de informática del ejército norteamericano estaba tan empeñado en homenajear a una mujer que llevaba muerta casi 130 años, entonces aún no conoces a la mujer que inventó el mundo en el que todos nosotros estamos viviendo. Bebedora, temperamental e hija de Lord Byron (es posible que la tercera característica explique las dos primeras), la pequeña Ada mostró un interés tan temprano por las matemáticas que su padre solía referirse a ella como "la princesa de los paralelogramos". Lo cierto es que tanto él como su madre, Anne Isabelle Milbanke (única heredera de una de las familias más ricas de Londres), se aseguraron de que tuviese una educación intensiva y muy progresista para los estándares de la época. Más tarde, ella misma bromearía sobre ello, asegurando que sus padres la educaron como si fuese un niño.

Byron tenía sus razones para ello: según dejó escrito, le aterraba pensar que el cerebro de su hija Ada estaría tan lleno de versos y pensamientos irracionales como el suyo propio. No, su hija debía ser una mujer de ciencia, pues allí (y no en la poesía) era donde estaba el futuro de la humanidad. Tras su fallecimiento en Grecia, Annabella se aseguró de cumplir esta última voluntad, asegurándose de que su hija se sumergía cada día en una educación basada en el método científico. Sin embargo, la astilla demostró no estar tan alejada del palo cuando, a los doce años, se obsesionó con la idea de volar, aunque los numerosos tratados sobre el tema que escribía, normalmente después de diseccionar a una paloma, no estaban llenos de dibujos y rimas, sino de números y ecuaciones. Esa mezcla entre pensamiento racional e ideas netamente byronianas, entre rigor y sueños de libertad, será la clave de su personalidad en los próximos años, cuando se consideró lo suficientemente madura como para escapar de la tutela de los profesores que su madre le asignaba e ir ella misma a buscar a su ídolo.

Hablamos de Mary Somerville, reputada astrónoma y polímata escocesa, primera persona en firmar la petición de sufragio femenino que John Stuart Mill presentó en el Parlamento, autodidacta y miembro de la Royal Astronomical Society. Una adolescente como Ada Byron no podía existir en el mismo espacio-tiempo que Somerville y no estar completamente obnubilada por su intelecto, de modo que ambas comenzaron a intercambiar correspondencia sobre asuntos matemáticos. Su segunda gran influencia durante estos años de formación fue Charles Babbage, filósofo de los números y famoso inventor, a quien conocemos hoy como el padre de los ordenadores. Su madre fue, por supuesto, Ada, quien en 1835 se casó con un tal William King-Noel, primer conde de Lovelace. Dicen que él estaba presente el día en que Babbage presentó en sociedad uno de sus últimos ingenios, al que se refería como "la máquina de la diferencia". Se trataba de una proto-calculadora, claro, pero para todo en mundo en aquella habitación era algo muy similar a la magia. No para Ada Lovelace. Al acabar la presentación, Babbage se quedó boquiabierto: aquella joven había intuido cómo funcionaba su invento allí mismo, a los pocos minutos de haberlo visto en acción. Así fue cómo comenzó una colaboración entre cerebros privilegiados que te permite, entre otras cosas, estar leyendo sobre ella en un dispositivo digital.



La máquina de la diferencia era sólo el primer paso hacia el proyecto más ambicioso de Babbage: la máquina analítica, potenciada por vapor y capaz de realizar todo tipo de operaciones matemáticas complejas. Es decir, el abuelo de los actuales ordenadores. El inventor le envió a la señora Lovelace sus cientos de anotaciones sobre la construcción de semejante mamut victoriano, por lo que ella pudo llegar a la misma conclusión que él: sus cerebros combinados estaban pensando en unos avances tecnológicos que la ciencia de la década de 1830 aún no había hecho posibles. La máquina analítica funcionaba en la teoría, pero no tenían manera de llevarla a la práctica.

Aún así, Babbage siguió dando conferencias sobre ella por toda Europa hasta llegar a Turín, donde un ingeniero militar llamado Luigi Federico Menabrea quedó tan alucinado con las posibilidades de la máquina que escribió un artículo sobre ella para un periódico francés. El hecho de que Menabrea acabase llegando a Primer Ministro de Italia demuestra que la máquina analítica atraía siempre a los mayores intelectos de su tiempo, como si se tratase de un catalizador hacia el futuro de la humanidad. Dado que Ada Lovelace consideraba el francés como si segunda lengua, fue ella misma quien se encargó de traducir el artículo al idioma inglés, añadiendo de paso una serie de notas al margen de su propia cosecha. El resultado fue el tratado más completo e influyente sobre la máquina analítica que se había escrito hasta entonces, lo cual lo convierte en el primer tratado sobre computación de todos los tiempos.

Babbage quedó impresionado por cómo Lovelace fue capaz de entender su máquina mejor que él mismo. De hecho, sus anotaciones al artículo de Menabrea avanzaron muchas de las claves de la informática moderna, razón por la que hoy se la considera primera programadora de la historia. Ella siempre consideró que su capacidad para ver más allá de las limitaciones materiales de su tiempo residía en su doble naturaleza como matemática y metafísica, razón por la que Babbage la consideraba una "encantadora de los números". Había algo casi sobrenatural en Ada Lovelace, pero ahora sabemos lo que era: su inteligencia era tan avanzada que el resto de la sociedad la confundía con hechicería. Fue una profeta de la computación, alguien capaz de ahorrarnos un par de décadas de lento progreso con sus descubrimientos.

Desde 2009 se decidió dedicar el segundo martes de cada octubre a celebrar el Día de Ada Lovelace, un intento de reparar la injusticia histórica que hemos cometido con ella. Nos referimos, por supuesto, a la cantidad de tiempo que hemos tardado en reconocer su contribución al progreso de la humanidad, algo que se demuestra en el hecho de que el New York Times publicase su obituario en la sección Overlooked, dedicada a aquellas figuras ilustres (mujeres, en su mayoría) que el periódico lleva pasando por alto desde 1851. El objetivo de las conmemoraciones es "elevar el perfil de las mujeres en la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas", así como "crear nuevos role models femeninos". Por tanto, simplemente leer sobre ella puede ser una buena manera de celebrar el Día de Ada Lovelace, pero no es suficiente: deberíamos perseverar y descubrir el trabajo de otras pioneras a quienes la visión sesgada de la historia a condenado a ser notas a pie de página, así como asegurarnos de que algo así no vuelva a ocurrir.


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Simplemente... Fantástico.
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